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7 Mitos de salud que persisten en la población

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    DML Defensa Médico Legal
  • 4 ago
  • 4 Min. de lectura
Mitos de salud

El acceso inmediato a la información gracias a la tecnología ha transformado la forma en la que las personas se informan sobre salud. Sin embargo, la abundancia de datos no siempre garantiza veracidad. Internet y las redes sociales, por ejemplo, pueden difundir mitos de salud con rapidez y sin control, lo que representa un reto para el médico actual.


Además, muchas creencias erróneas se transmiten de generación en generación como parte de la cultura popular, sin que sean sometidas a una revisión crítica. Como médicos, es esencial saber detectar estas ideas y educar al paciente de forma clara y basada en evidencia científica.


7 Mitos de salud que persisten en la población


A continuación, analizamos algunos de los mitos de salud más frecuentes que, aunque desmentidos por la ciencia, siguen presentes en la conversación cotidiana. Comprenderlos te permitirá abordar mejor las dudas de tus pacientes y fortalecer la relación médico-paciente.


“El frío causa resfriados o gripe”


Uno de los mitos más arraigados en la población es que el frío, por sí solo, provoca enfermedades respiratorias. Si bien es cierto que estas infecciones son más frecuentes durante el invierno, la causa real es la exposición a virus, no a las bajas temperaturas.


Durante el invierno, las personas tienden a permanecer en espacios cerrados, con poca ventilación y en contacto cercano con otros, lo que facilita la propagación de virus como el rinovirus o el virus de la influenza. Además, el aire seco puede resecar las vías respiratorias, haciéndolas más vulnerables a infecciones. Sin embargo, el frío no es el agente etiológico, sino un factor ambiental que puede aumentar la exposición.


“El azúcar causa hiperactividad en los niños”


Muchos padres siguen convencidos de que el consumo de azúcar genera hiperactividad en sus hijos. Sin embargo, los estudios clínicos han sido consistentes: no hay evidencia de una relación directa entre el azúcar y la hiperactividad infantil.


La percepción de un “niño alterado” suele coincidir con situaciones altamente estimulantes (cumpleaños, vacaciones, visitas familiares) donde, además de consumir dulces, los niños están en un entorno excitante. Es importante que los médicos comuniquen esta diferencia a los padres, para evitar restricciones innecesarias o diagnósticos erróneos.


“Los antibióticos curan resfriados y gripe”


Este mito no solo es falso, sino potencialmente peligroso. Los antibióticos no combaten virus, y la mayoría de las infecciones respiratorias comunes son de origen viral. Pese a ello, es frecuente que los pacientes soliciten antibióticos al primer síntoma de malestar.


La prescripción innecesaria de antibióticos contribuye al desarrollo de resistencia bacteriana, una de las amenazas más graves para la salud pública mundial, según la OMS. Como médico, educar al paciente sobre cuándo es apropiado usar antibióticos es una estrategia esencial para preservar su eficacia a largo plazo.


“Debes beber ocho vasos de agua al día”


Aunque mantenerse hidratado es fundamental para la salud, la “regla de los ocho vasos diarios” carece de base científica sólida. Las necesidades de hidratación varían según el individuo, su actividad física, el clima, la dieta y condiciones médicas específicas.


En consulta, es más útil enseñar a los pacientes a reconocer las señales de deshidratación y a mantener una hidratación adecuada según su estilo de vida. Además, recordar que frutas, verduras y otros líquidos también contribuyen a la ingesta diaria de agua.


“Leer con poca luz daña permanentemente la vista”


Este mito ha preocupado a generaciones de padres y maestros, pero lo cierto es que leer con poca luz no causa daño visual permanente. Puede generar fatiga ocular temporal, visión borrosa o dolor de cabeza, pero una vez que se descansa la vista, estos efectos desaparecen.


Como médicos, podemos recomendar ambientes bien iluminados para actividades prolongadas de lectura, pero debemos evitar generar miedo injustificado.


“Arrancarse una cana hace que salgan más”


La aparición de canas está determinada por factores genéticos y la reducción progresiva de melanina en los folículos pilosos. Arrancar una cana no estimula el crecimiento de más canas. Cada folículo es independiente, y lo único que ocurrirá es que la misma cana volverá a crecer.


Sin embargo, arrancar el cabello repetidamente puede causar daño al folículo, lo que con el tiempo podría afectar el crecimiento del pelo en esa zona. La recomendación médica debe ser informar, sin alarmar.


“Hay que esperar 30 minutos para nadar después de comer”


Este mito está basado en el temor a sufrir un calambre estomacal que podría provocar un accidente en el agua. Si bien es cierto que el cuerpo redirige algo de flujo sanguíneo al sistema digestivo después de comer, esto no interfiere de forma significativa con la capacidad de nadar.


Las personas pueden nadar después de comer, especialmente si fue una comida ligera. En el caso de comidas muy pesadas o personas con problemas digestivos, puede ser recomendable esperar un poco más, pero no es una regla médica universal.


Educar para desmitificar: rol activo del médico


Combatir los mitos de salud requiere más que corregir información; implica educar con empatía, claridad y evidencia. Muchos pacientes tienen dudas legítimas o temores heredados que pueden afectar su salud. Como médicos, tenemos la responsabilidad de fomentar el pensamiento crítico, desmentir ideas erróneas y crear un espacio de confianza donde el paciente pueda preguntar sin juicio.


La clave está en actualizarse constantemente y comunicar con un lenguaje comprensible, adaptado al nivel de comprensión del paciente. La ciencia avanza, pero también lo deben hacer nuestras herramientas para compartirla.


 
 
 

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