Contaminación en Ciudad de México: un reto para los pacientes con enfermedades respiratorias crónicas
- DML Defensa Médico Legal
 - 22 sept
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La Ciudad de México, una de las metrópolis más grandes y densamente pobladas del mundo, enfrenta desde hace décadas un grave problema de contaminación atmosférica. A pesar de las políticas ambientales implementadas, los niveles de ozono troposférico, partículas suspendidas (PM10 y PM2.5) y dióxido de nitrógeno continúan representando una amenaza para la salud pública.
Para los médicos, este escenario implica un desafío adicional: atender a pacientes con enfermedades respiratorias crónicas expuestos de manera constante a contaminantes que agravan sus síntomas y reducen significativamente su calidad de vida.
Ozono troposférico: un enemigo invisible y recurrente
El ozono troposférico es uno de los contaminantes más comunes en la capital. Se forma por la reacción entre los gases emitidos por vehículos e industrias con la radiación solar, lo que lo convierte en un problema persistente, sobre todo en temporadas de alta radiación.
Su impacto clínico es considerable. La exposición a este gas puede:
Irritar las vías respiratorias.
Disminuir la función pulmonar.
Agravar síntomas como tos, dolor en el pecho y dificultad respiratoria.
Los grupos más vulnerables incluyen a niños, adultos mayores y pacientes con enfermedades como asma y enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). En ellos, el contacto con ozono incrementa el riesgo de crisis agudas que requieren atención hospitalaria inmediata.
Partículas finas (PM2.5): un riesgo que llega al torrente sanguíneo
Las partículas en suspensión, especialmente las finas (PM2.5), son otro factor determinante en la salud respiratoria de los habitantes de la Ciudad de México. Estas se generan principalmente por el tránsito vehicular, la quema de combustibles y procesos industriales.
A diferencia de otras partículas más grandes, las PM2.5 son capaces de penetrar profundamente en los pulmones y llegar al torrente sanguíneo. Esto las vincula no solo con el empeoramiento del asma y la EPOC, sino también con una mayor susceptibilidad a infecciones respiratorias y complicaciones cardiovasculares.
Los episodios de alta concentración de partículas suelen coincidir con aumentos en las hospitalizaciones por crisis respiratorias, lo que refleja la relación directa entre contaminación y presión sobre el sistema de salud.
Impacto en la calidad de vida y en los costos de salud
Más allá del ámbito clínico, la contaminación atmosférica deteriora la calidad de vida de los pacientes con enfermedades crónicas. Durante los días de contingencia ambiental, se ven obligados a restringir sus actividades al aire libre, lo que limita su movilidad y bienestar emocional.
A esto se suman los costos económicos derivados de consultas médicas, hospitalizaciones frecuentes, medicamentos y pérdida de productividad laboral. Para muchas familias, esta carga económica genera un círculo vicioso en el que la enfermedad limita el trabajo y el trabajo limitado reduce la capacidad de enfrentar la enfermedad.
Estrategias para reducir el impacto en pacientes
El abordaje de este problema requiere un enfoque integral que combine políticas públicas, intervenciones clínicas y educación para la prevención. Entre las acciones clave destacan:
Fortalecer el transporte público sustentable, reduciendo la dependencia de los combustibles fósiles.
Promover la movilidad activa (caminar, usar bicicleta) en entornos con menor exposición a contaminantes.
Expandir áreas verdes urbanas, que actúan como filtros naturales de contaminantes.
Impulsar campañas educativas, orientadas a pacientes con enfermedades respiratorias crónicas para que sepan cómo protegerse en días de mala calidad del aire (uso de mascarillas, evitar actividad física intensa al aire libre, mantener ventilación adecuada en interiores).
En el ámbito médico, es recomendable incluir en la consulta orientación preventiva, así como reforzar el seguimiento de pacientes en temporadas de alta contaminación.
La contaminación atmosférica en la Ciudad de México no es solo un reto ambiental, sino un problema de salud pública de primer orden. Sus efectos recaen con mayor fuerza en los pacientes con enfermedades respiratorias crónicas, quienes enfrentan no solo un deterioro clínico, sino también una reducción de su bienestar y un incremento en sus costos de vida.
Para los médicos, comprender esta realidad y acompañar a los pacientes con estrategias preventivas y educativas es fundamental. Reducir los niveles de contaminación no solo implica un beneficio para el medio ambiente, sino también una inversión en salud, equidad y calidad de vida para millones de personas.

